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He tenido unos días a millón y a quien echarle la culpa de mis días atolondrados. Ya sé a quién a la crisis, ella carga con todas las culpas hoy en día.
Hoy en mi trabajo el encargado de mantenimiento se lamentaba sin parar, porque había llovido toda la mañana. Y también porque el tiempo que se avecina no será nada fácil. Ya que algunos bancos ya van cayendo en la nada.
Pero ya le conozco, se cual es su mal de inconformidades terrenales. Le mire detenidamente mientras le toque el hombro. Le dije en un tono bien pausado y seriamente mirándole a los ojos.
- Es por la crisis señor mío que no para de llover. No se da cuenta? Ahora ha llegado al cielo y todo andará de cabezas por largo tiempo. Tómelo con calma o quedara en el intento. Sonríale a la vida aunque sea por una vez.
Me miro sin emitir palabra mientras fruncía el seño. Algo confundido por mi respuesta, pero de algo le sirvió mi comentario. Momentáneamente dejo de quejarse y me miro a los ojos diciéndome en tono desconforme.
Que se yo de la crisis, buena pregunta. Esa misma pregunta me gustaría hacérsela a él. Ya que él se la pasa hablando a cada minuto sobre ella y ni tan siquiera la ha párpado.
- Que se yo de crisis…! Mucho señor y tal vez nada. Todo puede ser bien relativo, pero la peor crisis que he vivido y vivo es la crisis del alma.
Le respondí mientras le di la mejor de mis sonrisas y continúe mi camino por aquel largo pasillo. El quedo estático balbuceando palabras que no podía escuchar y no valía la pena perder el tiempo con él. Nunca me entendería.
Las crisis están pasando y yo las siento que llegan poco a poco. Ellas se merodean como Juan por su casa a mi lado. Llenándome de nostalgia, haciéndome ver cómo nos destripamos unos a otros sin el menor sentimiento de culpa. Allí mismo me lleno de fuerzas las ataco y les digo aléjense de mí. Ellas me miran y se sonríen mientras se deleitan con mi angustia brindando en la copa de mi alma el vino del dolor.
Pero para mí la peor de todas las crisis es la que llamo la crisis del alma. Cuando vamos quedando vacíos por causa de la avaricia, cuando somos sordos ante la queja, cuando no vemos ya más de donde nuestra vista puede alcanzar. Cuando nos volvemos mezquinos unos con otros por el tan solo hecho de que no nos cae bien o su color no pasa en esta sociedad. Cuando no soy capaz de entender que mi hermano, mi amigo o cualquiera que sea tiene el derecho a pensar. Pero no a pensar lo que yo quiero. Si no lo que él quiera y a la vez aceptarlo no solo tildarlo por enemigo por no compartir el criterio mío. El juzgar sin ni tan siquiera conocer.
De la crisis económica te diría, que yo creo que ya sabía vivir con ella antes que llegara a todo galope. Por eso ya me había preparado para su ataque. No llenándome de deudas impagables. Ni de sueños insípidos que nuca podría lograr.
Desde que nací en esa Cuba de mis sueños he aprendido a vivir con la crisis. Sin dejar de reír ni dejar de creer en mi yo. Eso es muy importante para vencer todas las crisis que nos trae la vida, creer en ti mismo y saber que lo lograras, porque te lo propones. Y luchas por alcanzar la meta.
Recuerdo cuando escuchaba a mi madre hablar de que no podíamos desperdiciar las cosas, porque seguro que vendrían tiempos duros. Así crecimos ahorrando. Cuidando lo que teníamos, aprendiendo a ser conformes, aprendiendo a vivir con la crisis y esperando tiempos más duros.
Allá en mi Cuba si aprendí de la crisis, de las carencias, de tantas cosas sobre todo aprendí a reír.
Mi esposo acaba de llegar a la casa con la cabeza toda contaminada de ideas y miedos por la terrible crisis. Se tumba en el sillón de la sala ya sin aliento, no tiene fuerzas para más.
Veo que en sus manos lleva una cerveza que comienza a beber poco a poco.
Quiere ahogar la crisis en el trago y al final terminara gastándolo todo y la crisis se lo beberá de un sorbo.
Me cuenta entre titubeos que en el trabajo le comentaron que por culpa de la crisis reducirían la producción eso conllevaría a una reducción de plantilla.
Ya está por el suelo su ánimo ha llegado a la casa todo destruido, sabía que sufría por ella. La señora crisis le ronda la mente día a día. Me le acerque cuidadosamente apoyando mis manos sobre su espalda.
Dándole aliento. El me mira y me dice.
Que vamos a hacer ahora, vivir amor mío, seguir viviendo que la vida tiene sus altas y sus bajas. Para eso hay que estar unidos. Hay que ver la vida a todo color aunque se nos ponga en blanco y negro.
El no entendía como podía ser tan optimista, es que un país como este se puede tener optimismo porque hay un montón de cosas que hacen la vida fácil.
Mientras le iba explicando a mí esposo sonó el teléfono de la casa. Un amigo de mi esposo lo llama todo deprimido, está preocupado por la situación existente en su trabajo, porque el destino le ha jugado una sátira adversa.
El ya tenía una casa bien acogedora a la que no le faltaba nada, pero se antojo hace una semana de otra casa que está a la venta. Tor que así se llama el amigo de mi esposo tomo una dedición apresurada, vendió su casa en un millón y medio. Para comprarse la otra en tres millones para eso tuvo que pedir un préstamo en el banco.
Ahora llama todo hecho un mal de lágrimas y le pregunta a mi esposo que va hacer si la fabrica lo despide. A mí me dieron ganas de decirle joderte por bruto, por inconforme, por avaricioso.
Pero no, como decir eso. No podría, pero tampoco tuve una respuesta para él.
Mi esposo comenzó a hablar con él a darle un montón de ideas y alientos irremediables. Es que eso se ve mucho acá. Hay personas que solo compran cosas para competir entre si y no porque realmente lo necesiten.
Como las hay que cada año quieren un carro nuevo. Y nos vamos endeudando hasta los cocotes. Allí en ese momento hay que temer a la crisis. El banco generoso no será más tu bondadoso amigo que esperara paciente a que puedas pagar.
Entonces es cuando te quedas en el aire por tus ansias locas por tener lo imposible y lo que realmente no te toca vivir.
La crisis pasara como pasan todo en la vida, hay que llenarse de fuerzas y creer en tu yo. Aquí en Noruega siento que la crisis no está tan dura. El estado ayuda y muy buenos arreglos que tienen.
Pero hay muchos que se hacen ellos mismo la crisis y otros que las crisis se los bebe de un sorbo.
Melba Mercedes Almeida - Azucala