Que vida aquella envidiada por mi. Recuerdo cuando desde mi ventana veía a los chicos de la cuadra montar su chivichana. Ellos descalzos corriendo bajo la lluvia, yo viendo la lluvia caer sin poderla detener. Como me hubiera gustado en aquel tiempo ser de la pandilla, ser uno más que anda descalzo y sin camisa corriendo por aquella cuadra debajo de aquella nube pasajera.
Recuerdo que trate una vez, de estar descalza en la acera en las afueras de mi casa. Mi madre horrorizada corrió hacia mi levantándome del piso. Sosteniéndome en sus brazos, mientras comentaba que el andar sin zapatos me podría hacer coger parásitos.
Que manía la de mi vieja y esa sobre protección parasitaria. Los parásitos los cogí de todas formas, por comerme las uñas. Llegaron la giardias, ellas no creían en niñitas finas. Invadieron mi estomago con armamentos, municiones. Las giardias se atrincheraron en mi organismo. Trabajo costo librarnos de ella.
Melba debía llevar batas, motonetas con lasos, con su muñeca de trapo que estaba bien limpia. Ella era una niña y las niñas hacen cosas de niñas.
Ahora al llegar aquí al más allá, el Norte, el Este, el Oeste o tal vez ya no se ni donde estoy, lo que si se que no es el Sur. Estoy aquí con mi hija y comienzo a sentir a la vez que estoy pensando como mi madre.
No la he dejado mataperrear, le he ocupado la vida, se puede decir que se la he programado. La escuela, el fútbol, el paseo con los perros, la tele, dos horas en el Internet y de allí a la cama. Todo un régimen militar.
Lo que me hizo refeccionar sobre eso fue el comentario de una amiga mía. La chiquita mala que es tan buena me cometo hoy.
“si es... se pasan la vida añorando Cuba y le quitan a los nenes lo mejor que vivimos allá; Hay que dejar el miedo a otro país, ahora ese es el de ellas y tienen que conquistarlo mataperreando como verdaderos nativos, es que acaso hay un porque para no permitirlo?”
Es que a veces con el miedo a que conozca alguien que no sea para mi el indicado. Alguien que de repente la puede llevar por un rumbo equivocado. Aunque no tiene porque ser así, pero mi miedo esta presente y no la dejo decidir. Estoy pensando por ella diariamente como hizo una vez mi vieja por mi.
Yo que soñaba con mataperrear no le he permitido a mi hija correr sin zapatos porque se puede enfermar, la frialdad de los ovarios, porque puede lastimarse sus pies. Sin pensar que tal vez ella ha tenido también el deseo de correr tras las gotas de lluvia como yo lo desee una vez.
Melba Mercedes Almeida - Azucala
1 comentario:
No conocía tu blog.
y es que leyendo, me encantó. volveré a pasar por aqui. Mataperrendo como tu le dices, o potrillando como decimos aqui en Argentina.
Porque para cada uno de nosotros es muy necesaria la libertad de ser y elegir nuestros propios errores, para asi poder crecer.
un abrazo desde el otro lado del mar.
juank
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