Ella le esperaba cada tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de aquella palma que se encuentra en la loma del ciego.
Allá esta la palma más alta de estos campos, mirándole desde acá parece cercana, pero no lo es, solo que la que la vista engaña a veces. Muchas veces solemos engañarnos ó hacernos una idea equivocada y creemos en cosas que no son, ni nunca serán si no nos hacemos lo suficiente fuertes para decidir. Hay veces que la esperanza nos da fuerzas para esperar lo imposible.
Allí esta ella como cada tarde, dispuesta a encender otro cigarrillo más, mientras camina de un lado al otro para calmar aquello que le entra en sus entrañas cuando que hay algo que va mal. Es que el ser humano tiene la dicha de poder presentir de antemano lo que se avecina.
Solo que no siempre escuchamos nuestro ser. Aquel cuerpo lleno de gracia a pesar de los años, aquella mezcla de tanto, aquel corazón de oro.
Allí esta ella esperándole como cada tarde. Sabía lo que podía estar pasando en ese momento, aquella idea la llenaba de miedo, pero prefería confiar una vez más. Como ha hecho todos estos años en vano, pero el amor le ha dado la fuerza que se necita en estos casos. Había confiado en él una vida entera, colmando su ser de una paciencia interminable. Y ahora se preguntaba si valió la pena perder toda su juventud y no solo eso. Ya no era solo ella, hay alguien más en quien pensar.
Ramón se había olvidado del tiempo, trato de ser fuerte pero callo nuevamente. Allí estaba el, abrazado al último sorbo sin sentido. Ya él había perdido casi todo, le quedaba el amor de su negra que le esperaba y el de su hijo que había crecido mirándolo llegar a tumbos cada noche.
No era mal padre no, nunca lo fue ó tal vez si quien sabe. Quien soy yo para juzgar al pobre Ramón.
Le veo tumbado sobre aquella mesa, sin fuerzas.
Ramón no es mala persona, es un vecino servicial, multifacético es en las cosas del hogar, a todo le sabe algo.
Allí está el pobre Ramón, cuantos ha bebido, que importa ya si ha roto nuevamente la promesa. A su lado están los llamados buenos amigos riéndose. Hasta habían hecho una apuesta. Ellos no tienen nada que perder, pero Ramón tiene su negra que le espera con el alma llena de amor y con la esperanza de que dios escuche su plegaria. Un hijo que le adora y que va creciendo sin que pueda ver a su padre como ejemplo.
Allí está el pobre Ramón, cuantos ha bebido, que importa ya si ha roto nuevamente la promesa. A su lado están los llamados buenos amigos riéndose. Hasta habían hecho una apuesta. Ellos no tienen nada que perder, pero Ramón tiene su negra que le espera con el alma llena de amor y con la esperanza de que dios escuche su plegaria. Un hijo que le adora y que va creciendo sin que pueda ver a su padre como ejemplo.
Esto pasa en muchas familias y hay veces que no queremos hablar del problema, porque pensamos que tal vez no es tal problema. Y terminamos hundiéndonos en un caos sentimental terrible.
Tal vez porque nos da vergüenza, porque pensamos que será la última vez y perdemos tiempo sin buscar ayuda.
Hay muchos niños que cresen en medio de estos problemas y que aprenderán ellos cuando llegue su turno para ser adultos. Es nuestra obligación ayudarles, darles nuestro amor. Recuerda que darle la espalda porque no es tu problema no ayudara.
Allí esta ella ha esperado mucho y sabe cómo Ramón llegara a casa esta noche, su hijo en la mesa hace la tarea y ella se pregunta qué hacer.
Ramón tumbado en aquella mesa, ya solo, aquellos que se dicen sus amigos han marchado, allí está el sin rumbo nuevamente. Una promesa rota y no sabe qué hacer, porque tal vez al llegar a casa ya ellos no estén y como vivirá sin ellos esta vez. Quiere ahogar sus penas, quiere encontrar el rumbo, quiere buscar las fuerzas.
Melba Mercedes Almeida – Azucala
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