Hoy no se porque quiero hablar de la LUCHA. Aunque seamos pacifistas, de izquierda o de derecha. Aunque seamos universitarios o marginados. Todos hemos experimentado la LUCHA en diferentes esferas y estratosferas.
Esa LUCHA que no es más que el vivir diario aquí y allá, esa vida tan cotidiana llena de alegrías y dificultades.
Es que no hay que ir muy lejos para vivirla. Aquí en estos juglares donde me encuentro, también se vive diariamente la LUCHA, en la ardua tarea por ser aceptada, ese deseo por ser vista. En la LUCHA por aprender el idioma, la LUCHA de la adaptación a un mundo y una cultura bien diferente a la que llevo arraigada en mis entrañas.
Es que en mi Cuba esa palabra es tan amplia que a veces puede hasta mal interpretarse.
Es que para hacer honor a la LUCHA tendría que hablarte de Lola, de Teresa, de Eugenia, de sus vidas, de sus melancolías.
De como a ellas le vienen la nostalgia tejida en sueños. De esa LUCHA por sobrevivir sin morir en el intento por vivir.
Eugenia nació en un lugar de esa Habana. En su LUCHA con las permutas de su vieja. Ese afán de su vieja de cambiar de vivienda todo el tiempo. Esa vieja que a pesar de los años era y es bien LUCHADORA. Te la puedes encontrar en cualquier parte y preguntarle.
- Como estas Dolores? - Ella te responderá - Aquí mijo en la LUCHITA de cada día o en la LUCHA esperando que pase el carretón del pan a ver que resuelvo.
Eugenia es de la Habana. No puedo decir un lugar especifico, por que se la paso como ya te conté desplazándose de un lugar al otro. En camiones de mudanza acompañada por cajas llena de recuerdos. Sentada en aquella rastra al lado de los tarecos de su vieja y los de ella. Esos muebles un poco arañados del bajar y subir las escaleras o andamios cada año.
Así aprendió a vivir como gitana, conociendo gente nueva todo el tiempo, en los municipios de mi Habana.
Con el tiempo Eugenia se fue lejos de su país. Porque el amor le toco la puerta y marcho a otros horizontes. Entonces tuvo empezar de cero, en la LUCHA por buscar un trabajo, en la LUCHA por hacer prevaler su cultura, sus ideas, el LUCHAR por no perder su identidad.
Pero antes de llegar aquí conoció por esas casualidades de la vida a Lola.
Lola que estaba aquel día sentada en el cónten de la acera. Mirando el ir y venir de sus calles. Aquellas calles de la Habana vieja en su LUCHA constante, aquel lugar lleno del barullo de gentes que camina de un lado al otro. Aquellas calles llenas de alcantarillas tupidas pero bellas, de edificios multicolores que sobreviven cada temporada ciclónica a pesar de la LUCHA de los años y algunos que caen en la LUCHA de la hecatombe total por falta de cemento y arena.
Ese día había sido bien fuerte para Lola. Fue uno de esos días de los que uno se levanta con el pie izquierdo o tal vez el moño virado.
Ese día a Lola en la escuela todo le fue un desastre, la tesis presentada fue una fatalidad total, para ponerle la tapa al pomo ella también había discutido con su mejor amiga y debería pedirle disculpas. Lola sabe que fue ella la del error, pero no desea aceptarlo.
Esta cansada de todo, para decirlo bien OBSTINADA de la LUCHA.
En su camino de regreso de la escuela había pasado tantas cosas. La LUCHA de la guagua y su tumulto, aquella sudadera pegajosa.
Aquel olor a sudor tan fuerte que llevaba el señor que estaba situado a su lado, pero ella no le puede decir “Hay señor córrase para allá” porque la guagua va repleta y no queda ni un espacio para más.
Era ese olor que te da un montón de horas trabajando entre ladrillo y cemento. En aquella LUCHA de la construcción para al final tener una vivienda.
Lola llego a su casa con su cabeza revuelta, pero como ese día no era el mejor de sus días. Ella había olvidado la llave, así que no pudo entrar y se quedo sentada en el cónten viendo la vida pasar. Mientras Lola esperaba por su madre, que terminaría de trabajar a eso de las cuatro de la tarde, para llegar a la casa y comenzar con la LUCHA del que voy a inventar en la cocina. Pero mientras ella la esperaba vio Lola de repente un carro llegar. Era Teresa una Cubana que hace muchos años había salido de Cuba.
Teresa en la LUCHA de la vida conoció a un hombre. Un pepe, un turista, un gringo, el punto o como se le diga en esa Cuba mía. Tal vez el hombre de sus sueños, tal vez su pesadilla.
Quien sabe …! solo Teresa sabe la verdad, pero no la cuenta.
Teresa a todos les muestra la cara que ella quiere que vean. Cuenta la verdad que ella quiere que sepan. Ella lo conoció tal vez por revistas, tal vez en el malecón, caminando por la playa, o en aquella LUCHA que te envuelve el deseo de tener el trompetista.
Teresa se baja del auto toda llena de prendas, con un pantalón de blanco. El ultimo grito de la moda Europea. Bajaron paquetes, maletas, todo un arsenal de cosas. Que no se sabia como hubo tanto espacio en aquel auto.
Allí fue cuando Lola pensó que ella también quería un trompetista. Alguien que la llevara lejos y que la sacara de la LUCHA de todos los días, de la monotonía que la ahogaba. Quería ver otros horizontes.
El padre de Lola se había marchado hace tanto. Ya ella ni se acordaba de su rostro, solo una lejana imagen de el le acompañaba y aquella pequeña foto que su madre había roto en dos. Ese pequeño retrato roto que ella cuidadosa mente escondió. Ese es el único recuerdo que le queda de su padre.
El marcho a los estados unidos prometiendo volver y buscarlos, prometiendo ayudarlos. Allí quedo Lola esperando por las promesas de su padre, escuchando a su madre maldecir mil veces la hora en que el se le atravesó en su camino.
Lola estaba cansada de esperar por su padre. De las quejas de su madre porque su padre se fue a LUCHAR a otras tierras y las había olvidado. Lola esta cansada de las guaguas, del sol. De la LUCHA por el pan de cada día. Ella quería vivir nuevas experiencias, tener todo lo que nunca había tenido, pero no sabia si realmente le haría falta, pero el solo echo de tenerlo le haría feliz. Para decirlos con mis palabras volaba alto la Lola.
En aquel cónten de al acera mientras esperaba a su madre, la barriga se le retorcía de un lado a al otro. Allí fue donde pensó:
“Daría todo lo que no tengo por tener un bocadito de jamón y queso con una coca cola al gusto”.
Ese también fue el día en que ella y Eugenia se conocieron.
Eugenia venia de ver a su papa, había ido a comer con el. Es que Eugenia estaba un poco deprimida, porque la LUCHA de la visa para su salida a Europa la tenia loca.
Cada vez que se ponía bien triste se iba donde su viejo. El la entendía y apaciguaba su dolor con aquel cariño que solo un padre puede dar. Eugenia era una niña consentida, rebelde. La más pequeña de la casa.
Eugenia nunca había hablado con Lola porque su madre le había leído la cartilla, por eso tal vez nuevamente hizo lo contrario a lo que su madre decía. Es que Eugenia le gustaba lo prohibido, sera esa manía de niña consentida y rebeldía.
Al llegar a aquella calle de la Habana se despidió de su padre besándolo en la mejilla. Mirando aquel carro desaparecer en la lejanía. Al virar el rostro para decidirse a entrar a su casa, allí vio a Lola.
Ella estaba aun sentada en el cónten de la acera. Eugenia se le acerco, se sentó a su lado. Hablaron las dos de la LUCHA vida. Eugenia la invito a pasar a su casa. Le dio algo de comida y así esperaron a la madre de Lola que con la LUCHA de las guaguas nunca se sabe a que hora llegaría.
Ese fue el comienzo de una amistad entre Eugenia y Lola.
Un día Eugenia se marcho a su Europa. Teresa sigue en Europa, sin que le hablen de la LUCHA porque ella no recuerda ese idioma.
Lola cogió una balsa para buscar a su padre pero no lo encontró. Ella que tanto amaba la vida, como la odia en estos días. Lola suele terminar sus noche en los salones de en un Gogo. Escribiéndole a su madre contándole lo bien que esta, que un día de estos ella la ira a buscar. Mandoble dinero cada vez que puede y fotografiás de felicidad. Lola sonríe y al reír llora apaciguando la LUCHA del vivir interno que la acongoja.
Sátira del destino que nunca se sabe lo que nos depara al final. Todos vivimos en la LUCHA aunque sea en diferentes latitudes. La LUCHA de vivir, tratando de no morir en el intento, tratando de no perder nuestros sueños, nuestras esperanzas. La vida no es mas que un eterno LUCHAR.
Melba Mercedes Alemida -Azucala
Melba Mercedes Alemida -Azucala
2 comentarios:
Azucala, como te dije una vez siento en todo lo que escribes esa naturalidad de la cual carecemos en otros países. Como tú cargo una LUCHA constante por sentirme bien donde no pertenezco, mientras no tengas hijos esa batalla cotidiana será pasajera, hasta puede cambiar un día, tú elegirás entonces, por lo pronto no dejes de bailar y sonreír esa terapia que nos salva de todo y de todos.
nunca he vuelto a reir igual que cuando caminaba por las calles sucias y calurosas de mi Patria y la risa me hacia cosquillas en el corazón...
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